Paz Díez Taboada
Caída libre
Me quitarán la ventura,
no el corazón esforzado...
Antonio Machado
Cruzo un desierto y su secreta
desolación sin nombre...
José Ángel Valente
1. CLASE DE LATÍN EN LA CALLE DE LA TROYA
Cuando me lleve mi contraria estrella
lejos de ti, me soñaré contigo...
Carolina Coronado
Esta tinta olorosa me retorna,
con su aroma dulzón, a aquellos tiempos
de latines ingenuos y azulados,
de desinencias y conjugaciones:
lupus, lupi, vederunt o vedere,
ego nominor Leo... -¡qué difícil!-.
A punto estaban de sonar las doce.
Por la ventana abierta subía el vocerío
de un mediodía orondo, rodando calle abajo.
Isolina y Chiruca berraban, desabridas,
por el precio tan caro que hoxe ten o peixe.
¡Qué bonus, bona, bonum! Pero pronto las horas
tocarán para mí eo, is, ire...
-Las hojas olorosas, profesor, me las llevo
-le dejo su latín- a la tierra reseca
en donde apenas llueve. Ellas tienen la llave
para abrir la memoria de aquel dies, diei.
Su aroma romperá el hormigón del tiempo
y, con el corazón, -audio, audis, audire-
oiré en La Berenguela dar las doce.
2. EN EL ANDÉN
Han perdido los sueños las señas de mi casa
o quizá se olvidaron de acudir a la cita.
Lo que me prometieron se salvó, pero, en cambio,
quedó, solo y desnudo, sentado en el camino,
sin que nadie acudiera a remediar el caso.
Mientras espero el tren de madrugada,
cubren el horizonte tropas vociferantes,
uniformadas de oropel. Caminan
tras de su viejo dios -ese becerro-...
3. TÚNEL
Avanzan, con los árboles que escoltan los raíles,
los perros ululantes de la ira.
Como avanzan las olas, se estrellan en los vidrios
las calimas tozudas que ocultan el paisaje.
Rueda, rueda y, rodando, se remejen,
con maletas y bolsas, los proyectos perdidos
en la estación de la ciudad de piedra,
donde el humo luchaba con la lluvia.
Esto fue ayer. Entonces los trenes respetaban
la líquida saudade del viajero,
la alegría brumosa del retorno
y la lágrima sola en la mejilla.
Hoy su silbo se pierde por el mapa
de esta devoradora oquedad sin futuro.
(La negra boca bajo el monte áspero
se abre ante un horizonte sin salida).
4. DOMINGO DE DOLOR
El tranvía transporta las velas soñolientas
-hace ya mucho tiempo que los aires lo acunan-.
Una campana triste le abre paso entre el tránsito
y el olor a fritanga.
(Calamares, anillos de promesas inciertas).
Domina en los jardines el pardo, y la pobreza.
Abrigos humillados dejan a la intemperie
los miembros ateridos.
La esperanza se arropa con vergüenza y tristura.
Domingo de dolor. (Casi toda la vida).
5. POBREZA
En una sola mano cupo mi pobre ajuar
cuando partí una tarde de la ciudad de piedra.
En esta tierra seca, ajena y hostigante,
se ha ido engrosando el parco patrimonio.
Ahora ya cuento por docenas sábanas
-para enjugar el llanto- y vasos en que bebo
el odio a tragos y el dolor a sorbos.
Se cubren las paredes de cuadros y se apilan,
apagando los ecos, los libros resignados...
Pero, en cuatro mil tomos, no hay ninguno
que diga en dónde hallar la paz perdida.
6. PÉRDIDA
Tenía aquel camino un horizonte abierto
y, sobre los ribazos, pequeñas flores cándidas.
¿Cómo encontrar ahora en el mapa su huella,
si se apagan las luces sobre el telón de fondo?
7. ESCAPADA
Primero fue el amor, pero partió de viaje
hacia una meta oculta en la región del viento.
Así siguió vagando por un amplio dominio
hasta fijar los límites con áspera alambrada.
Primero fue el amor. Desconcertado y tímido,
marchó siguiendo un vuelo difuso y disconforme.
Cuando quiso tornar al punto de partida
ya se alzaban las sombras contra el cielo estrellado.
Como torres, mejor, como gigantes fieros
aspaventando el aire con afanes torcidos,
figurones informes -tristes, malditos monstruos-
recorrían en pelo los pasillos de casa.
8. NAVEGANTE E INSOMNE
Anda sin rumbo y achicando llantos,
tensando trapos con la mano herida,
pues decidió marchar por espacios sombríos
donde juegan los monstruos con las cartas marcadas.
Se ha dejado arrastrar por las corrientes
que socavan, silentes, el misterio.
Mejor así. Sin duda, es conveniente y justo
que a quien eligió el viaje se le convierta el suelo
en continuo temblor, en fluyente camino,
en tremante marea que, salobre y rizada,
le recuerde que tiene vocación andariega
entre hielos y espumas.
Navega, pues, desde que la memoria
repobló sus absortas galerías,
ahítas de rencor, con los difuntos
que, ambulantes, esquivan el descanso
bajo la fría sombra de la piedra.
Pero es mejor así. Y, aunque grite socorro,
desea navegar entre viejos fantasmas
y no piensa en volver a tierra firme nunca,
pues ¿cómo marcharía por plazas y jardines,
cómo, por los salones, quien viene chorreante,
náufraga de la furia de los mares del norte,
mordida por las sombras, cubierta de salitre,
sin sextante ni brújula,
perdidos el timón y la bitácora...?
9. ENTRE SOMBRAS
Entre dos luces anda mi perfil desvelado,
desde el atardecer hasta alcanzar el alba.
De noche va mi senda, por la noche camino
una andadura torpe, braceando entre sombras.
Retratando confusos volúmenes o masas
que se despliegan, ágiles, burlando mi objetivo,
recorro las cornisas y aleros, adoptando
la postura del riesgo, mientras la ciudad duerme.
Cuando la luz avanza y se fijan los límites,
cuando el sol despereza los músculos dormidos,
yo corro las cortinas de la niebla y me embozo
con las estolas agrias de la melancolía.
10. COMO UN HILO
Fue la esperanza larga. Estrecha y larga
como una jabalina. Por el aire
volaba y se perdía entre las sombras,
cuando el tiempo pesaba sobre el hombro.
A veces me alcanzaba por la acera
y marchaba delante de mis ansias;
pero sólo una vez cogió mi mano
y me obligó a seguirla a contraviento.
Ahora ya, carcomida, adelgazada,
intenta dar un paso y está a punto
de partirse una pierna. Sin embargo,
se escapa -toma un taxi- y se me pierde
días enteros sin volver a casa.
La encontré ayer entre los Giacometti,
después de tanto trago de mal tiempo,
jugando, alegremente, a disfrazarse
de acabada y audaz obra maestra.
11. COMPAÑÍA
Bajo la luz aquélla que en la acera oscilaba,
me la encontré en París. La tarde era muy fría
y en el viejo café lloraban los velones.
Me asaltó por la espalda en Leningrado,
una mañana cruel, soñando con el ronco
borbotear del samovar panzudo.
También estaba allí, bajando la avenida
de frente a Times Square, mientras la noche
devanaba un aroma a vómito de fresas.
Y, enfebrecida, aún la hallé una tarde
de la acre primavera madrileña.
Ahora está aquí y me guía. Acompañándome,
lleva mis libros y me frena el paso,
y me dicta el discurso de los sueños
cuando el vértigo impone el ritmo de la muerte.
12. BRINDIS
Las flechas, rotas, y el jardín, seguro.
El humo nada entre los aires vagos.
¡Traedme el vino, y dejaré que caiga
sobre el tapete la verdad inerme!
Ya tengo más de un muerto en el almario,
más de un cadáver bajo el alfombrado
-de hierbas y de flores- triste suelo.
Mi memoria, que os llama inútilmente,
anda vagando por los cementerios
vestida de fantasma. Mi memoria,
brindando con la muerte.
13. NOCTURNO
Era muy tarde ya desde el comienzo
y la luz se enfriaba tras la lluvia.
Era muy tarde cuando la sonrisa
luchaba con la sombra.
Siempre fue tarde. Siempre fue la lluvia.
Fue oscuro el día y vacilante el paso.
Pero en la noche trazan las estrellas
mágicas convergencias.
Y los caminos, rectos.
14. INVITACIÓN AL VIAJE
Acompáñame, ven. Por el camino
encontraremos perros y cristales,
semáforos en rojo y cerradas las verjas
de los jardines secos donde la arena ahoga
los linderos bordados de flores humilladas.
Pero no importa. Ven. Encontraremos
rostros adustos, dientes como garras,
violentos gestos y feroces gritos...
Con manotazos bruscos tratarán de alcanzarnos.
Pero, juntos, tú y yo seguiremos la ruta,
sonrosada y alegre, que no marcan los mapas
sobre el gris del asfalto. A cada instante
nos propondrá el deseo un alto vuelo.
Acompáñame, ven. Te invito a un largo viaje
contra el viento, sin coche ni maletas.
Dejaremos atrás placeres preceptivos
y a tanto triunfador con las cartas marcadas.
Buscaremos el norte. Buscaremos un alto
bosque frondoso y el rumor marino.
Y, cercana la hora del silencio,
cuando el sol se derrama como un ámbar
y encierra en su cristal rocas y espumas,
brindaremos, alegres, con la mirada absorta
ante la inmensidad del mar y del olvido.
15. EL FARDO
Por un largo camino en donde el viento aúlla,
hace tiempo que arrastro el fardo de los sueños
rotos y apolillados, que me eché sobre el hombro
como un viejo mantón de enmarañados flecos.
Aunque ya hinchado, engrosa sin cesar
devorando tesoros, locuras y proyectos
que nunca se alzarán hasta la altura
de la ola inestable del deseo.
Confundidos, se caen, se precipitan,
en pugna sorda por llegar al suelo,
los cantos saltarines en la acera,
los amargos librotes del colegio,
las palabras valientes de la mañana joven
y las copas nocturnas, aromadas de besos.
Se van perdiendo al hilo del camino,
las charlas y paseos por los jardines yertos
-los libros bajo el brazo y el mirar de reojo
al muchacho de turno en la tarde de invierno-.
Se esfuman con las luces del lento atardecer
los rostros de los viejos compañeros,
se me enfría la cálida mano de la amistad,
me abandonan las voces amadas de los muertos.
Desde hace muchos años me entorpece en la marcha,
por el arduo camino que ya llega a su término,
este fardo cargado de alegrías perdidas,
de tanta fiera lágrima y de tan locos sueños.
Pero aún sonrío a/penas en el ámbito último
en donde la ternura tomó el cetro,
y avanzo tanteando hacia el final sombrío
con el cuerpo inclinado por el peso.
II. C U A D E R N O F U R I O S O
¿En dónde, en qué dichosos vergeles,
perennemente regados,
en qué árboles,
en qué cálices de pétalos desprendidos con ternura
maduran los exóticos frutos del consuelo...?
Rainer Maria Rilke
1.
En el viejo cuaderno emborronado,
maremágnum de monstruos y de pecios,
saltan peces furiosos que reclaman
poder nadar en plácidas corrientes...
2.
Quisiera hablar de pájaros y flores,
de mañanas azules y tardes aromadas,
del cristal de las aguas, de los trigos
acariciados por las suaves brisas.
Cantar también a los ensortijados
vellones blancos de un rebaño cándido,
a los pastores con sus luengas capas,
perdiéndose en el vértice
de un horizonte húmedo.
Pero yo vivo aquí, en esta fiera herida,
debatiéndome en luchas sin sosiego
contra gigantes, monstruos y fantasmas
que habitan oquedades sin paredes,
corren por galerías cavadas en la carne
y gritan, enredados, en esta cárcel plana.
3.
No hablo para que el eco reduplique
esta voz desgarrada.
No hablo para que escuchen los melómanos,
avezados en arias de soprano.
No hablo. Clamo, reclamo, grito, aúllo,
con sordas disonancias,
sobre la malla gris de este plano silencio.
4.
Este cansancio que limita al norte
con una sucia escarcha calcinada,
con una lluvia estéril, con un tibio
rosado albor que se diluye en viento...,
este cansancio sin medida emerge
como el penacho mustio de una herida
que se afirma, guerrera y turbulenta,
en el troquel agudo del fracaso.
Pero, por más que grite y me desgarre
en las cortantes aspas, contra el duro
aire, contra las lanzas y armaduras,
y aunque me pisoteen corceles o jamelgos,
me alzaré nuevamente, en carne viva,
magullada y envuelta en mis rencores,
retornaré a la lucha denodada,
dispuesta a no morir por mano ajena.
Lo decidió mi rabia en otro tiempo:
mi muerte es cosa mía.
5.
No vendrá el sueño hasta que la memoria
no recupere aquel instante mismo
en que la aguja se inclinó, furiosa,
hacia el lado siniestro
de donde brota el odio.
¿Cuándo fue, en qué momento surgió el alto
propósito de echar -sin paliativos-
un cuarto a espadas al destino y, firme,
sobrevivir en duelo contra torpes fantasmas?
No vendrá el sueño ni el reposo. Nada
gozará de un descanso bien ganado
hasta que la mirada no recobre
el plácido horizonte
de las viejas ternuras.
6.
La máscara se esfuma ante el espejo.
Sobresalen, en cambio, contumaces,
los dientes, que chorrean una baba
enjalbegada por la terca ira.
7.
Quiero aullar y bramar, llorar a gritos,
a voz en cuello, a mares, sin medida;
llorar hasta inundar el cuarto entero
y anegar el pasillo y la escalera.
Que baje el llanto ciento diecisiete
escalones, formando cataratas,
que encharque los rellanos y sin tregua
se precipite en el portal. Que ruede
calle abajo, que llene los alcorques,
que oxide coches, verjas y farolas,
arrase las aceras y se pierda
en mil arroyos de furiosas trazas.
Llorar sin fin, sin tasa, sin consuelo,
hasta quebrarme el pecho, desgarrarme
la voz y la garganta, que se rompan
los párpados hinchados y, en la piel,
queden surcos que encaucen tanta rabia.
Quiero llorar por el ayer confuso,
por el futuro, roto contra el viento,
por el presente que, fugaz, se cuela
entre las grietas de esta inmensa ruina...
8.
En el terco desván de la memoria...
Ernestina de Champourcín
¡Qué permanente en su tenaz empeño,
arriesgándose en juegos de vacío!
¡Qué empecinada en esta lucha sorda
con fantásticas voces transterradas!
Se oyen murmullos y susurros -gritos,
alguna vez-, y las maderas viejas
se duelen del olvido, y en la oscura
escalera tropiezan los fantasmas...
Pero sigue, tenaz, en pie. Las altas vigas
arropadas por sedas de arañas laboriosas,
por las marchitas cintas de las trenzas,
por visillos rasgados, por sudarios...
Y, apenas se abre el día, entre rendijas,
un cuchillo se agita como llama
que desvela el olvido, descubriendo
en un rincón, rencores desvaídos...
Pero no se alzará la ira. ¿Para qué?
Ya nadie tiene oídos para el llanto.
9.
Este cuaderno tiene tapas duras
para romper la ola de los llantos,
para frenar la ira del discurso
que corre desalado hasta la orilla
y vuelve al margen, retomando lento
un camino escondido hacia la hondura.
Emerge -¡arriba!-, surge dominante
y, de nuevo, el temblor lo precipita,
pues la alada visión de un alto vuelo
lo derriba, otra vez, por la escalera.
Esto llega a su fin. En blanca losa
quiero dejar fijadas fecha y firma.
Mas, por si me tiráis a algún barranco,
ya tengo preparado un par de alas.
10. UNA FURIOSA PENA
Altísima y temblando,
como la luz, tan blanca, en los cristales,
al ahogarse la noche en las iras del alba.
Enhiesta y refulgente,
como la espada de dorados filos
que alza el héroe en la escena culminante.
Señera y desolada
sobre el renglón voraz de la llanura
-ella, la enamorada de la umbría
y del glauco fluir de las mareas-.
Sin consuelo posible.
Sin un lienzo piadoso que la enjugue.
Única y anegada en su espejo de sombras,
sin relieve, pintura ni palabra
en que fijar su límite y morir.
¿No conoces el Infierno del Dante,
los horribles tercetos?
A quien el poeta mete allí
ningún dios le puede salvar.
Ningún dios, ningún salvador le redimirá jamás
de estas cantantes llamas...
Heinrich Heine
1.
Uso de mi palabra como un látigo
para poder cruzar ante tu rostro.
2.
Cerrado entre paredes palpitantes,
en el hueco interior, habita el odio.
Ese vacío, esa oquedad opaca
llena completamente los ámbitos del sueño.
3.
Guardaré este rencor como un perfume,
encerrado en el pomo de la herida.
Nunca sabrás que tus palabras frívolas
descansan a la sombra, tan adentro.
4.
Tu torpeza, vestida con plumas del ingenio,
se desnuda ante el oro como una prostituta.
Narras los viejos mitos y evocas a los héroes,
mientras tu mano -hetaira de todos los arístides-
halaga las vergüenzas de exquisitos cadáveres.
Hasta en esto eres clásico.
5.
Mordedura. Mordida
silente del reptil.
Ambigua y acerada.
Jugando con la errata,
con el doble sentido.
Veneno y elixir.
Como una víbora.
6.
Yo ya no estaré aquí,
pero hablarán las sombras
-las vanas sombras de tus versos vacuos-.
Rodarán las monedas
que cobras con mentiras
y tu falaz discurso
agostará el verdor de la palabra.
Nada dura jamás eternidades.
7.
No enfriaré la voz ni aplacaré la ira,
aunque el rosado rostro, satisfecho
de triunfos y poder, esboce un delicado
gesto, mínimo y vago, de enfado o de disgusto.
No cerraré las puertas al torrente que fluye,
clamoroso y airado, por mis venas. No importa
que me vetes la entrada en tu exclusivo
y gélido cenáculo.
Yo vivo al aire libre.
8.
Cultivo una flor negra y arriscada
que me promete gotas exquisitas.
La riego, la contemplo, la vigilo
a la luz sin consuelo de la luna.
Crece en la noche y arde en las tinieblas
con un fulgor de acero entre los pétalos.
Y su corola es cáliz que se ofrece
a los torrentes lívidos del odio.
9.
Escribiré los nombres de los bellos deseos,
de las tardes doradas del verano, del agua
desmelenada y fría, del licor encendido
que llora, silencioso, en cárcel de cristales.
Trazaré los triángulos que apuntan al abismo,
las estrellas inscritas en el círculo blanco,
el pentámero humilde que, tras el viaje, vuelve
a enroscarse, incisivo, en el origen.
Conjuraré con preces, ensalmos y versículos,
tomados de los viejos grimorios esotéricos,
a los desordenados espíritus que vuelan
en el vértigo esquivo de la sombra...
Pero no lograré ni aún así -estoy bien cierta-
deshabitar tu agravio de mi oscura memoria.
...habré de oler las rosas nuevamente.
Francisco Brines
1. CREPÚSCULO
Líquidas convergencias en la tarde
matizan los perfiles cotidianos.
Pasan coches y gentes. Pasa el tiempo.
Pero no han de volver rosas ni soles.
2. ENTRESUEÑOS
Hacía ya algún tiempo que el reloj era sombra.
Tras los visillos caminaba el vértigo
y el crepúsculo echaba los cerrojos.
Cuando ya las paredes retorcían,
entre gruñidos tiernos, sus espaldas
-a punto de perderse los perfiles-,
las columnas del sueño se alzaron luminosas
y rebotaron entre las tinieblas.
En la sombra, las rosas subrayaban
la decisión final de algún camino.
La mano encontró el hilo, tanteando,
y la cara del tiempo dejó caer las once.
3. CUANDO EL FRÍO...
Es en el alto invierno..., cuando el frío se ensaña,
cuando oigo por la radio “¡Ojo a la carretera!,
ha nevado en Segovia, se han cerrado San Glorio,
El Escudo, El Madero..., por supuesto, En Valira...”.
En la televisión, postales invernales:
carretera de Burgos a Vitoria, nevada;
en Teruel y Albacete, el frío de costumbre,
pero nevó en Altea..., ¡son palabras mayores!
Es en el alto invierno cuando cojo la pluma
y emborrono las páginas de los viejos cuadernos.
Cuando duermen las rosas, hago yo mi rotundo
ensayo general para la muerte.
4. ALERTA
Si nombras este fuego, el límite es el margen,
pero no se han quemado las hojas ni la pluma.
Si nombras este llanto, no se moja la mesa
ni se esfuma la tinta en lágrimas de luto.
Pero si no clamaras al cielo, a grito abierto,
un azote continuo de varillas metálicas
arañará tu piel, sembrando arrugas.
Si no dices amor, si no escribieras
ni verdad ni alegría, no te quejes
de que brote a tu lado una rosa encarnada
y no sepas llamarla por su nombre.
5. DE IMPROVISO
Después de la nevada, entre la nieve,
quizá se abra una rosa, de improviso,
como milagro súbito de amor o de belleza
que sobrevuele el aire del invierno
de este nuestro vivir menesteroso.
Cuando ya todo ardor nos haya abandonado
y el frío nos imponga sus perfiles azules,
la rosa encenderá la hoguera última,
y se alzará la llama de su aroma
como mano agitada en una despedida.
La rosa y su dolor -su espina aleve-
prenderán la sonrisa de la vida,
desplegando su rastro luminoso
en el instante mismo del adiós.
6. RETORNO
Insistiré en la rosa y su perfume.
En la blanca cerúlea y en la roja de sangre,
en la que abre sus pétalos como estrella agresiva
y en la que, replegada, se arropa en su misterio.
Insistiré en el fuego de la rosa,
en su tallo bordado por uñas turbulentas
y en sus llamas alzadas contra el día,
revestidas de un suave dolor adormecido.
Antes de que anochezca, antes del cierre
de persianas y luces, antes de que la copa
se acabe, volveré de nuevo por mis fueros...
Retornaré a la rosa y a su aroma rampante,
antes de sucumbir en la pelea.
7. ROSAS DE AYER
Voy a poner la fecha, y me asalta otro día,
otro mes, otro año... Un tiempo ya vivido.
Voy a escribir presente, y en el papel se cruza
un ayer sin remedio que no conoce nadie.
Es en este momento cuando veo unos cárdenos
atardeceres lánguidos, rotos por rojos fuegos.
Es en este momento cuando oigo los rumores
de un agua que se escapa, que fluye y va, que riega
las hortensias azules de jardines umbríos.
Voy a decir ahora, y las horas pasadas
se curvan y retuercen, mientras vuelven la vista.
Me miran con piedad y ¡adiós! me dicen,
derramando en su vuelo, por el camino en sombra,
ásperas rosas pétreas.
8. ROSAS MUSTIAS
No soy la que antes iba
niebla a través y a golpes con los sueños.
No era verdad la luz. La marcha, falsa.
Mentía el horizonte.
Ahora recorro sola las callejas dudosas.
Se levantó la niebla. Ya no sueño.
Frente a mí, viejas máscaras triunfantes.
Las rosas, mustias, entre la basura.
9. CELEBRACIÓN DEL OTOÑO ATRIBULADO
In memoriam Ch. D. T.
Olvidaré las olas de la playa lejana
y las noches orondas como carpas de circo.
Olvidaré el espeso aroma del salitre
y el ostentoso yate anclado en la bahía.
Me pongo las pantuflas y vigilo ese viento
que avanza, bronco y sucio, revolviendo la calle,
derrotando las hojas, desatando las nubes,
cerrando las ventanas con barrotes de lágrimas...
Ya se instalan la ausencia y el silencio. La noche
se alarga como un manto que ensaya la caída.
La lámpara derrama una lluvia insistente
sobre la vieja noria del quehacer cotidiano.
Celebraré este otoño, pálido como el miedo,
triste como una hoguera que se apaga.
Brindaré por las rosas y entonaré bajito
una canción de cuna para las horas muertas.
10. EXPOLIO
Despójame del ansia desmedida...
Ernestina de Champourcín
Como si deshojaras una rosa excesiva,
despójame de tantos anhelos sin perfiles,
del deseo roído, de los sueños voraces
que avanzan galopantes.
Como si desvelaras un enigma tozudo,
despójame del llanto de las horas veloces,
de la lluvia de ayer, de las aguas ocultas
que aún fluyen golpeantes.
Como si descalzaras de sus pasos el día,
despójame del viento y sus torpezas.
¿Será la paz?... Será que la memoria,
desnuda ya, se sueña desmedida.
11. LA ROSA A CUESTAS
Traigo una rosa en sangre entre
las manos...
Blas de Otero
Llevo la rosa a cuestas por un largo camino,
por una vía estrecha, flanqueada de lágrimas.
Llevo sobre la espalda los pétalos heridos,
a punto de caer como lluvia de sangre.
Traigo la rosa en alto, como un trofeo antiguo,
la levanto y agito contra el viento de otoño.
Traigo la rosa en brazos como si, desvalido,
un niño temeroso me clavara las uñas.
Con la rosa encarnada ando sin rumbo, y miro
cómo avanzan las sombras devorando la vida.
Con la rosa en la mano, camino hacia el olvido,
con la rosa y su peso, entre la niebla.
12. SUEÑO DE ROSAS
He soñado que el mundo amanecía
sin los rostros perversos y alzado sobre el viento:
un ámbito dorado, sobre piedras ingrávidas,
en donde frescas rosas perfumaban la vista.
El horror y la furia, disueltos ya en aromas
de viejos vinos y de flores nuevas.
Anulado, vencido, había caducado
este mundo cruel, reino del odio.
...Alguien oye
que la vida se va, y acobardado
late su corazón enfermo...
Francisco Brines
1.
¡Vedla, allí va, que sueña en su locura...!
¡Ahí va la loca soñando...!
(Cosas de románticos)
Recabo para mí el título supremo.
Licenciada en locuras, doctora ya,
maestra en enloquecimientos.
La Loca, con mayúscula.
No ha sido nada fácil
revalidar estudios tan prolijos.
Me ha ayudado en extremo
tener antecedentes familiares.
Contribuyó también, y sobre todo,
la hostilidad vigente.
-Y tú, ¿cómo andas fuera del rebaño?
¿Cómo, descerebrada, sin sombrero?...,
Caperucita tonta, a cuerpo y sin paraguas,
calada por la lluvia y azotada
por los vientos adustos del otoño.
El lobo se marchó -fue hace mil años-
y estás tan lejos ya... No hay vuelta a casa.
2.
En la calle los vientos azuzan los papeles,
las hojas crepitantes y algún cartón oscuro.
Tras los cristales lloran los grises de la tarde
y nadie viene... El tiempo se rompe en la caída.
Fluye, avanza, se cuela el hilo de las horas,
persiguiendo la hondura por las grietas del sueño.
En mitad del pasillo, detenidas e insomnes,
viejas sombras acechan los pasos anhelantes.
Soñando con las brisas, buceo tras los rostros
en los líquidos turbios de enemigas memorias.
3. BOLICHE
¿Quién eres tú, Boliche, que con azules lágrimas
me asaltas en la hora del olvido obstinado?
De tu postal, al dorso, las palmeras se cuelgan
como arañas sombrías en un cielo azul-acre,
rodeando, acechantes, al cenachero enclenque
-garabato de bronce sobre el Mediterráneo-.
Aún puedo recordar la vieja cantilena.
Entre juegos, jadeos y risas, la cantaban
niños de ayer, paseando la merienda
-pan de centeno y negro chocolate-:
Bolíiiche, gritan los niños del pueblo,
Bolíiiche, si te he visto no me acuerdo...
¿Quién eres tú, Boliche? Si alguna vez te he visto,
se me escapa tu rostro por el hilo de letras,
desemboca en la rúbrica -lazo azul de misterios-,
y el viaje fatigoso, remando a contra/tiempo,
me estrella en el fracaso de un nombre sin memoria.
El llamarte Boliche me robó tu figura
y me dejó sentada ante el mar del olvido,
mirando cómo avanza la ola de la firma,
larga lengua de asombros que me borra tu imagen.
4. ANTES DE QUE NOS DEN LAS UVAS DE LA IRA
Envolveré el ayer. Pondré mucho cuidado
en recoger las briznas de los viejos tesoros,
también las horas llenas de un concierto de voces
ansiosas por huir de los sueños dormidos.
Recogeré uno a uno los cabos de los lápices,
las miguitas de pan de las meriendas,
las dulces y aromadas perrunillas
y el ondear del humo del chocolate hirviente.
Ordenaré aquel fuego entrecruzado
de agilidad verbal -surtidor crepitante-,
las vacuas sutilezas y juegos del ingenio,
siempre con una gota de acíbar escondido.
Pondré a secar al sol, en los balcones,
sobre una extensa sábana de lágrimas,
humores agrios, sangre desmedida
y la saliva espesa de la cólera.
...Enterraré el rencor en las macetas.
Tras el febril trasiego en tarea tan ardua,
abriré un libro antiguo con viñetas y “santos”
y emprenderé un buen viaje al país en que todos
los ogros son cobardes, las brujas, feas,
las madrastras, malas. Rubias y un poco tontas
las princesitas lucen cucurucho
y el rey es bonachón y regordete.
Hay un enano saltarín, un paje
enamorado de una pizpireta,
un chambelán estólido, un lacayo gomoso
y un pastor que conversa con la luna.
El héroe -siempre un poco afeminado-
porta una flor oronda en la mano derecha
y, a la izquierda, le cuelga la espada como adorno...
Hace tiempo que el sol se ha perdido. La sombra
acecha tras el oro de la lámpara.
Canta el reloj y en los cristales brilla
un irisado adiós. Esto es la noche.
5. SESIÓN DE JAZZ
Los sonidos oscuros
que llenaban la noche
serpenteaban sobre los cristales.
Los hielos resolvían
un problema geométrico,
disolviéndose en llanto.
El saxo se alargaba,
inundando los sueños,
en un sordo lamento vacilante.
Se aguzaba la aguja
de la herida trompeta,
ahincándose en la carne.
Y seguía, seguía,
obsesionado y lento,
el contrabajo.
La sonrisa eran dientes
grandes y desasidos,
brillando en la tiniebla.
6.
Oye cantar los gallos de la aurora...
Antonio Machado
...Pero yo no los oigo, don Antonio,
como tampoco el canto de la alondra.
Aguzo las orejas y me paro a escuchar,
pero sólo percibo un cierto eco
de una ola que arrastra iras y espumas.
Lejos, suena algún llanto y, desde luego,
siguen por las esquinas, haldeando,
el odio y sus afanes. Y unos gallos
ensayan, ciertamente, vuelos súbitos
para picotearnos en los ojos...
Olvidaré el milenio y la semana
que viene -anuncian tiempos sonrientes-.
Me serviré otra copa, a ver si el vino
tiñe la lividez de esta hora turbia
de un engañoso rosicler de aurora.
7.
Se rompe el corazón, y la cabeza sigue
deshilvanando sueños y cristales.
Se rompe el alma, y corren por el suelo
plumas, vilanos, briznas y pavesas.
Y no se rompe nada más. Y nada...,
ni las lágrimas ruedan ni se oyen los gemidos.
Sólo una grieta afluye en la sonrisa,
o una vacilación apenas perceptible
en el andar, mientras, agazapado,
está al acecho el tropezón final
-¡qué caída tan tonta!- sin estrépito.
8. EL JARDÍN
Está el jardín chiquito en la ladera
de un monte hostil y largo. El panorama
es tan desolador como la flecha
que se lanza imparable hacia el oeste.
Ramilletes de flores y blancas superficies,
letras doradas y ángeles sin vuelo;
algún árbol sumiso y desmedrado,
y caleados muros de tierra pedregosa.
Con la falsa alegría del fregoteo inútil,
brillos sin proyección y colores inanes.
Sólo las lagartijas dibujan un camino
intencionado. Lo demás es muerte.
9.
Barrenando el olvido para encontrar un eco...
La circunvalación no es el camino.
-Zambúllete y bucea hacia la convergencia
de la línea de luz con el misterio.
10. EL PANORAMA
-Desde aquí arriba -¡se lo aseguro, suban!-
resulta impresionante el panorama.
Al fondo -allá, donde huye el horizonte-,
nubes rojas se enlazan con la tarde.
La ciudad se retrepa contra el cerro
-como un viejo, cansado, en su poltrona-
y sonríe en las cúpulas que brillan
al herirlas el sol con sus rayos dorados.
-¡Olvídame, mostrenco cicerone!
Desde aquí arriba -¡te lo aseguro, sube!-
desolación es todo el panorama...
Las nubes son un mar. El sol, un pozo.
El viento barre el corazón vacío.
Y, cerrada la puerta de la torre,
bajar en caída libre es la sola salida.
Í N D I C E
I. MARCHAS FORZADAS
1. Clase de latín en la calle de La Troya
2. En el andén
3. Túnel
4. Domingo de dolor
5. Pobreza
6. Pérdida
7. Escapada
8. Navegante e insomne
9. Entre sombras
10. Como un hilo
11. Compañía
12. Voz de ayer
13. Brindis
14. Nocturno
15. Invitación al viaje
16. El fardo
II. CUADERNO FURIOSO
1. “En el viejo cuaderno emborronado...”
2. “Quisiera hablar de pájaros y flores...”
3. “No hablo para que el eco reduplique...”
4. “Este cansancio que limita al norte...”
5. “No vendrá el sueño hasta que la memoria...”
6. “La máscara se esfuma ante el espejo...”
7. “Quiero aullar y bramar, llorar a gritos...”
8. “¡Qué permanente en su tenaz empeño...”
9. “Este cuaderno tiene tapas duras...”
10. Una furiosa pena
III. CANTANTES LLAMAS
1. “Uso de mi palabra como un látigo...”
2. “Cerrado entre paredes palpitantes...”
3. “Guardaré este rencor como un perfume...”
4. “Tu torpeza, vestida con plumas del ingenio...”
5. “Mordedura. Mordida...”
6. “Yo ya no estaré aquí...”
7. “No enfriaré la voz ni aplacaré la ira...”
8. “Cultivo una flor negra y arriscada...”
9. “Escribiré los nombres de los bellos deseos...”
IV. ROSAS EN LA NIEVE
1. Crepúsculo
2. Entresueños
3. Cuando el frío...
4. Alerta
5. De improviso
6. Retorno
7. Rosas de ayer
8. Rosas mustias
9. Celebración del otoño atribulado
10. Expolio
11. La rosa a cuestas
12. Sueño de rosas
V. AL BORDE DEL OLVIDO
1. “Inclemente es la tarde. La mañana...”
2. “Recabo para mí el título supremo...”
3. “En la calle los vientos azuzan los papeles...”
4. Boliche
5. Antes de que nos den las uvas de la ira
6. Sesión de jazz
7. “...Pero ya no se oye, porque no queda apenas...”
8. “...Pero yo no los oigo, don Antonio...”
9. “Va, viene y va, pero ¿por dónde pasa?...”
10. “Se rompe el corazón, y la cabeza sigue...”
11. “A la altura feroz de la desesperanza...”
12. Recogida
13. El jardín
14. “Barrenando el olvido para encontrar un eco...”
15. El panorama
POEMAS DE CAÍDA LIBRE PUBLICADOS CON ANTERIORIDAD
Túnel, con el título “De viaje”: Alhucema (Albolote, Granada), 5, 2.º semestre 2000, pág. 6; y Carta Lírica (Miami, Fl, USA), VI, 1, invierno-primavera 2001, pág. 11A.
Pobreza: Alhucema, 5, 2.º semestre 2000, pág. 6; y Provincia (Villa Dolores, Córdoba, Argentina), XXIV, 216, X-2001, pág. 3.
Como un hilo : Prima Littera (Rivas, Madrid), 4, primavera-verano 1999, pág. 20.
Invitación al viaje ((I, 15, pág. 25): Motu proprio. Antología. Asociación Literaria Calíope, Madrid 2000, pág. 36; y Caminar conociendo (Las Navas del Marqués, Ávila), 9, 2000, pág. 7.
El fardo, dedicado al poeta Rafael Morales: Poesía en la diana (San Sebastián de los Reyes, Madrid), III, 3, primavera 1999, págs. 102-103.
Una furiosa pena: Cuadernos del Matemático, 26, IV-2001, pág. 62.
Retorno: Forma y Sintagma (Málaga), 1, 2001, pág. 12.
Rosas de ayer: Forma y Sintagma, 1, 2001, pág. 11.
Celebración del otoño atribulado. In memoriam Ch.D.T.: Cuadernos del Matemático, 26, IV-2001, pág. 61.
Expolio. In memoriam Ernestina de Champourcín: Homenaje a Ernestina de Champourcín. Academia Iberoamericana de Poesía. Capítulo de Málaga (Homenajes, 9), Málaga 2000, pág. 14.
Boliche, otra versión: Álora, la bien cercada (Álora, Málaga), 14, XII-1999, pág. 19.
Antes de que nos den las uvas de la ira : Textos para un milenio (2000). Corona del Sur, Málaga 2000, págs. 32-23.
"...Pero yo no los oigo, don Antonio..." : Textos para un milenio (2000), pág. 31.
El jardín: Cuadernos del Matemático, 26, IV-2001, pág. 61.
La presente edición de Caída libre,
de Paz Díez Taboada,
fue colgada en la Red a los
nueve días andados
del mes de mayo
del año
dos mil
cuatro
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