Delfina Acosta
DESDE
EL MUELLE DEL VERSO
Sobrecogedoras
e intimistas, las cartas que Delfina Acosta dirige en verso a un "Querido mío",
son las que la mayoría de las mujeres quisiéramos escribir: las percibimos
como nuestras porque sus contenidos arquetípicos muestran la victoria del espíritu
sobre la fuerza bruta de esta civilización de pocas luces.
Hay
que ser paradójicamente atrevida e inocente como la autora, para hablar - en
una época de consumos baratos, despiadados, de plástico - con la flor y la
estrella, lúdica y violenta al indignarse ante usos hipócritas, alzada contra
el veneno del odio, paciente para aguardar al amor aunque no exista, llena de
frases mágicas y besos.
Y
todo como un cuento de esos que transcurren plácidamente en largas siestas
pueblerinas, en una suerte de autopsia sensible de las entrañas de hombres y
mujeres, cuyos destinos se entrelazan en las ideas vislumbradas por la
escritora. Las palabras se deslizan atadas a tradiciones clásicas y a la par
incendiadas de atemporalidad, porque a quién no le ha ocurrido alguna vez, a
quién no le ocurrirá lo que ella pinta con metáforas limpias, tan sencillas
como aves que alzan vuelo hacia ninguna parte.
Esta
frescura ya se dejaba ver en "Todas las voces, mujer..." y se
acentuaba en su habilidad narrativa del "Romancero de mi pueblo", en
claves persistentes de su capacidad de registro de sensaciones, emociones y
sentimientos propios y ajenos.
Los
nombres de antiguos hechos y sus resonancias contemporáneas adquieren en este
poemario signos reveladores del crecimiento artístico de Delfina, a veces
exasperante en su búsqueda de perfección lingüística, cuando la soledad es
soledad absoluta sin ningún otro espacio, y no hay límites para la soberana
alianza que establece con el idioma. Su castellano de pronto devora en una
hoguera lo que dice, y tanta luminosidad nos hace perder de vista lo que cuenta.
Lo que cuenta, sí, porque aquí ella no trata de divagar metafísicamente,
sino, cual Sheherezade, entreteje historias que agitan las profundidades
insondables de las relaciones entre enamorados, sus esperanzas y desventuras,
las perversiones y la pureza de un vínculo cuyas formas e imágenes perduran.
En
este puerto del amor hay penas y alegrías divinizadas por el humor tierno y a
veces sardónico de una mujer paraguaya que vigila el horizonte existencial
desde una torre de nubes, y además de pedirle a su querido que la lea en cartas
que son como panes recién salidos del horno, nos convoca a escucharla en
silencio, a entenderla en el ruido donde el canto parece retenido en los nuevos
barcos "fenicios" de la puerilidad.
Delfina
Acosta, testimonial, entera, ha modelado esta arcilla nostálgica con los ojos
abiertos, arrojándose desnuda a las tinieblas del amor.
Nila
López
LA
ROSA DURA
El
gallo soy de la veleta roja
que
mira al Norte porque Norte soy.
A
mi pueblo lo barre el mismo pueblo:
un
viento malo con que al río voy.
La
saeta del Este cuando gira
da
vuelta al pueblo, al lirio y al convoy
del
caballo al que subo al ser el día
para
saber al irme en dónde estoy.
He
plantado una estrella en el Oeste
que
bajará a la noche. Te la doy
porque
subes al Este cada tarde.
Yo
te amaría, mas veleta soy.
El
gallo fui de la veleta roja
que
al Sur apunta pues al Sur me voy.
En
su frío se templa mi poesía:
la
rosa dura que ha de abrirse hoy.
ENEMIGO
Mi
peor enemigo, tú que me amas
como
una ciega lluvia que al caer
escampa,
arrecia, escampa. Mi enemigo,
yo
te corono amante, pueblo y rey.
Con
una hiedra mis cabellos atas
y
sabes del lunar que es mi clavel.
Cuando
el jazmín de su rocío cuelga
y
huele a flor pisada antes de ayer,
con
la ronda impaciente de tus pasos
bajo
tu sombra vengo a florecer.
Si
no te amara, nunca te odiaría.
No
te vaya, enemigo, yo a perder.
¿Quién
me perdonará? ¿Por quién mis versos
caerán
de mi tristeza en el papel?
Tú,
mi enemigo. Yo, enemiga tuya.
La
muerte no helará nuestro querer.
CUARTO
AZUL
Somos
amantes. Suelen los poetas
con
infantiles coplas y sonetos
celebrar
el tañir de las campanas
como
la hora nupcial de nuestro encuentro.
Dirían
más, pero se callan porque
se
abrevia así el relato en dulce cuento.
Es
la sombra que atiende el buen negocio,
madama
de aire triste; los dineros
pagados
por el cuarto azul agrandan
sus
ojos apagados, mas los juegos
de
los amantes en las escaleras
no
la dejan dormir. Se siente el cielo
cuando
en la calle oscura y sin un ánima
ya
somos de la acera dos silencios
por
una tos la culpa de un ladrido.
¡
Qué accidente ! ¿Quién más irá a saberlo?
ROPAJE
Es
el mar mi ropaje: así desnuda
como
una enorme ola a ti yo llego.
Mi
ocasión la tormenta y los relámpagos,
y
es la montura de mi amor el viento.
No
retorno: yo voy pues son mis pasos
como
a la hierba la pasión del fuego.
Soy
la bestia de larga cabellera
que
lame la otra lengua que es el beso.
En
la forma de piedra me hallo a gusto
porque
es así tan duro mi silencio
que
no lo vencerá el dolor del mundo,
ni
del odio la gota de veneno.
Es
el mar mi ropaje: así desnuda
como
una enorme ola a ti yo llego.
Brotaron
en mis manos de agua sucia
las
flores venenosas de estos versos.
ESTATUA
EN LA PLAZA VERDE
Te
esperaría. Yo sería, amado,
la
primera en llegar hasta la vía,
y
la última en volver, con un paraguas,
de
la estación del tren que te traería.
Iré
hasta el mar como la lluvia, a veces,
y
pasaré del mar a la otra cita,
en
el muelle del puerto, frente al río.
Seré
la gris silueta que tirita.
Inmensamente
sola como novia
saldré
a buscarte y volveré tardía.
Del
balcón a la plaza partiré.
Seré
una estatua de melancolía.
Y
a la hora puntual de nuestras muertes,
si
llegara primera a nuestra cita,
te
estaré ya aguardando para darte
mi
amor en una blanca margarita.
DIENTES
Estrella
que es error, yo soy los dientes,
y
solamente dientes, no la boca
que
yerra, miente, injuria, a Dios calumnia,
y
cuando su áspid guarda queda roja.
Ay,
pobres bocas, lenguas enredadas
con
las malas palabras que hablan solas.
Yo
soy los dientes que castañetean
cuando
filosos muerden a las rocas.
Las
bocas son carmín que en la intemperie
pierden
su fuego; en su lugar, las rosas
en
las muy frías noches, de sus frentes
dejan
caer sobre el amor sus gotas.
Soy
como Hefesto, dios que cojo y feo,
pelea
doy, mas llama que se llora,
no
sé qué frase mágica invocara
para
una vez besarte oscura boca.
EL
BESO
Voy
a contarte un cuento que otras saben.
Las
menos como tú jamás supieron.
Era
un juego de a dos pues se enfrentaban
un
rey hermoso y una reina a besos.
Y
érase que ella alegre se moría
como
última tecla en cada beso.
Y
él riendo tomaba con su boca
un
poco de su lengua y de su aliento.
Pasó
el verano bajo el puente chino,
sopló
el otoño y garuó el invierno,
volvió
la primavera y se marchó
detrás
de un par de niños aquel juego.
Y
érase esa mujer que aún lo amaba,
y
moría de pena, pero en serio.
Y
érase la tristeza en el ciprés
la
hora en que llovía en ese reino.
HADES
La
primera señal: te salen lágrimas,
y
escribes, sin querer, mejores versos.
Se
apagan los faroles de la cuadra,
pero
tus ojos brillan más atentos.
Y
hay dos señales: si con él te cruzas
es
como si te diste vuelta a verlo.
La
cerrazón que cae sobre tu alma
te
lleva a presumir que ya es invierno.
Si
habré escuchado historias en mi vida:
Érase
una que bajó al infierno
donde
perdió a su amante. Y hubo un ánima
por
siempre enamorada de un espectro.
Y
hay más relatos. Y éste es muy contado:
Dirá
que al bosque irá por un momento.
Te
besará como quien va por más
cerillas.
Nunca volverás a verlo.
NIÑO
BELLO
En
tu día de bodas, niño mío,
arrancaré
las flores de tu herida.
Tu
cutis sobre el mío hará caer
del
cielo en esa noche lozanía.
Te
limpiaré a la aurora con mi lengua
y
me odiarás fielmente cada día.
Mi
nombre harás rodar del río al mar.
No
le amarás aunque su amor le pidas
a
la mujer que dejará alargar
por
ti su cabellera de llovizna,
y
a la otra también, que trenzará
sus
bucles con malezas y gramillas.
Deja
niño que sea yo quien cause
el
mal irreparable en ti. Que digas
que
te he querido y que te quise más
de
lo que por quererte me querías.
PERO
TAN CONTENTA
Si
ya te ha amado alguna, y luego otra
a
quien llevaste con su hermana a fiestas,
y
aquella a cuyo rostro te arrimaste
del
lado en que asomó la luna llena,
¿por
qué me distrajiste si me hallaba
cuando
muy sola anduve tan contenta?
Era
una triste, azul mirada fija.
Un
beso me quitaste y me entró pena.
Que
ya no quiero amarte bienamado
porque
mejor amante es el poema:
rondando
como un lobo, si la luna
florece
entre las ramas, me despierta.
Que
ya no quiero amarte bienamado
porque
mejor amante es el poema.
Los
versos tras las aves alzan vuelo.
Mi
alma incendiada en el papel gotea.
DESOLADA
A Gabriela Mistral
Antes
de echar mi cuerpo al ebrio río,
muy
ebria ya, entré por las abiertas
puertas
del templo; oí a una rata huir.
El
atrio era una vieja madriguera.
Y
le dije a mi Dios, en cualquier parte,
que
pecar, no pequé, y ni siquiera...
Un
relámpago atroz iluminó
las
pocas velas y tronó la iglesia.
No
supe qué decir, mas las palabras
fluían
de mis lágrimas, sinceras.
Los
santos parecían escucharme
con
esa educación de gente vieja.
Y
por si ahí estaba, a Dios le dije,
que
amar, amé. Mis huesos di a las fieras.
Jesucristo
en la cruz olía a herrumbre.
El
río me aguardaba entre las piedras.
PORQUE
SIENDO VERANO
Será
tal vez el alma lo que duele
porque
siendo verano paso frío.
Como
una gota se cayó y rodó
mi
alma en la escalera de un altillo.
Ayer
estaba alegre y contagiosa.
Hoy
mi ojo triste en el espejo espío.
Por
la salud de todas tus amantes
hago
sonar mi copa contra el piso.
¡Noches
de amor y ni una medianoche!
Las
penas se me van con los vestidos,
mi
maldición en balde y el veneno
que
bebo de mi cáliz los domingos.
¡
Rodó la gota por las escaleras !
No
se me pasa el alma con suspiros.
La
pena es ese pájaro que trina
sobre
una rama y canta, a Dios, divino.
UNIGÉNITA
DEL SUR
Tal
vez es culpa mía que haga frío,
que
rija ya el otoño, y que las hojas
se
borren de las ramas como pájaros,
o
se largue a llover a cualquier hora.
O
es sólo culpa nuestra. Por querernos
un
fuerte viento por las calles sopla.
¿Cuál
mariposa recibió una piedra
y
mana sangre limpia de paloma?
Un
trébol por un beso, y un poema
para
quedarse triste en tu memoria.
Me
diste lo mejor de tu tristeza
y
te clavé en el pecho una amapola.
Los
pasos de la lluvia suenan lentos.
Acaso
quien camina es tu persona.
Soy
hojarasca que otro paso esparce.
A
mi favor tan sólo el viento sopla.
VUELVO
PRONTO
Tras
un hombre que amé en la primavera
se
marchó mi vestido, enamorado.
Él
me abrazó diciendo "vuelvo pronto".
La
flor que me dejó arrugó mis manos.
Mi
chal de Cachemira se llevó
quien
me acostó a la sombra del verano,
y
mudó a sus mejillas mi color,
y
la sal de sus besos a mis labios.
Mi
abrigo beige que calentó un otoño
me
lo quitó, sobre el sofá, jugando,
el
hombre de otra, que me dijo hallar
de
soledades llenas nuestras manos.
Que
todo se llevaron. Fue muy fácil
bajar
el cierre de mis dos leopardos,
arrugar
mis vestidos, deshojar...
A
veces me sangraban los costados.
YO,
OTELO
Te
celo de las niñas imposibles,
rostros
de brasa y lágrimas de nieve.
Me
encuentras a tu madre parecida,
y
de razón mudable cuando llueve.
Te
quiero y tú me quieres, mas no basta,
ni
esta promesa de quererse siempre.
Mi
amor lleva mi letra simple y triste.
El
tuyo es una carta que se enciende.
A
veces miras sin notar el cielo
y
dices, por ejemplo, que me quieres.
Yo
juego a que estoy muerta y me distraigo
mirando
cómo el pasto se oscurece.
Y
por amarme y por besarme tanto,
y
por morderte y luego por lamerte,
cayó
el adiós, cayó después la lluvia,
en
esta última tarde de diciembre.
BODA
PATÉTICA
Que
no sea en otoño, ni en verano.
Yo
querría que fuese en primavera;
dará
setiembre entonces sus primicias
y
los jazmines abrirán las rejas.
Caerán
besos de adiós en mis mejillas.
Mis
ojos como lágrimas abiertas
se
cerrarán en boca de mi amado.
¡
Que no será velorio, sino fiesta !
Un
tocador con mar confeccionado
hará
rodar sobre mi sien realeza.
En
la brumosa esquina del salón,
cualquier
pedido tocará la orquesta.
Y
sonarán las notas de Gardel.
Se
oirá este coro: "El día que me quieras..."
Me
iré a casar. Empezará a llover
y
los jazmines cerrarán las rejas.
COSECHA
Descalza
peregrino debajo de la lluvia.
Lloro
por dentro
un
agua de oro.
Cuéntame,
bienamado.
¿Dónde
tu reino, tus lacayos,
tu
ángel de la guarda, y tu bufón?
Mas,
¿dónde tu victoria,
tu
cicatriz profunda,
tu
esclava, tu corona,
y
tu cabeza amada?
Mi
corazón en llamas
es
la señal callada de que aún vivo.
PIEDRA
EN LLAMAS
¿Y si me amaras?
También
si me dijeras
palabras
que no hablan
en
esta tarde que se va deprisa
por
una puerta abierta hacia otro día.
¿Si me quisieras?
O
si me permitieras ver tus ojos,
más,
mucho más de su color de agua,
para
encontrar en ellos lo que busco:
mi
corazón,
mi
propio corazón perdido.
Yo
me imagino, a veces, convertida
sobre
tu pecho en medallón de plata.
Yo
me contemplo,
página
ya escrita,
quemándome
en tu cuerpo lentamente,
para
brotar después,
para
rehacerme
en
lágrimas de un rostro maquillado.
Si
me dijeras,
mejor,
si no dijeras,
y
yo supiera igual que tú también...
LOS
MODOS DE MARCHARSE
Hay
modos de marcharse de la vida:
poco
a poco
se
van de tu memoria
los
versos más hermosos de Rimbaud.
Te
ocurren dos fatalidades juntas:
se
te muere la rosa
que
al mirarla quisiste
con
suspenso de niño,
con
el amor de Dios,
y
se entierran, también, en el jardín,
las
hojas amarillas de tu alma.
Para
llenar las horas de la tarde
vas
y vienes del tiempo
en
que quedó el recuerdo
de
aquella boca tibia ayer besada.
Hay
modos de marcharse
de
la vida:
poco
a poco
se
van de tu memoria
los
versos más hermosos de Rimbaud.
LA
NODRIZA
Me
quieres por ser triste y por mayor.
Me
quieres pues no tienes aún edad
para
llevar a una mujer a misa.
Te
permito morder, lamer, sanar.
Tú
bebes de los ríos de mis senos
el
agua de las rocas frente al mar.
Me
pides que te muerda, y al besarte,
te
pinte mi boquita de labial.
Te
dejo susurrarme en el oído
lo
que otro día a otra le dirás:
"¡
Ay, triste mía, mía, sólo mía !"
El
amor como el vino habla demás.
Ninguno
como tú, entre todos dios.
Te
enseño a ser varón y te me das.
Aprende
niño hermoso que el amor
lleva
en su tibia sangre la maldad.
ANTES
DEL OLVIDO
Acaso
es tarde.
No
importa ya
que
con favor del diablo
coloque
mis jazmines en la acera,
mi
zapato de tierra
en
la ventana,
y
me quede
en
cuclillas,
aguardando,
que
alguien golpee de una vez mi puerta.
No
importa ya
que
con las gotas
de
un día que en la fiesta fue lluvioso,
yo
moje mis cabellos y mejillas,
y
me quede sentada,
parpadeando,
sobre
el sillón de mimbre, en la penumbra.
Acaso
es tarde.
Acaso
el tiempo
me
llegó de golpe
por
andarme de madre,
por
andarme de hija,
y
este fuego nocturno
que
sube por mis huesos,
este
aullido feroz
que
levanta mi sangre,
ya
no son señales
para
llamar a nadie.
LOS
PASAJEROS
Amigo,
vamos a abordar un tren.
Desde
la ventanilla miraremos
a
los lobos cercándole a la luna,
y
a la lluvia apagando al firmamento.
Tomaremos
un breake en la campiña
donde
grazna al Señor un triste cuervo.
Lloverá
y volveremos a subir.
Me
habré marchado de tu abrazo lejos.
Sin
darme cuenta de que te has quedado
debajo del ciprés que arquea al viento,
te
contaré las cosas que he callado,
y
te diré en la boca que te quiero.
El
tren habrá parado en la comparsa
que
de esquina en esquina va hasta el puerto.
Después
de un rato pitará, y entonces
me
iré con él para pasar de lejos.
NO
SE LO DIGAS
No
se lo muestres nunca a nadie,
ni
se lo digas
a
tu mejor amigo
haciéndole
jurar con muchas copas
que
nunca contará.
Escucha:
ya
maduró la luz
en
la primera fruta del parral
y
quiero que te asombres.
Ni
siquiera
te
nombro,
y
sin embargo,
sus
versos que poseen el color de mis venas
te
cuentan
a
través de los vientos y del agua
que
a ti me lleva el blanco
de
la virginidad
que
te debí en las noches consteladas,
el
verde de las hojas de tu pueblo
donde
fueron a misa los vestidos,
y
el rosado prudente
de
la amante que finge
ser
la esposa en la fiesta.
ANGELUS
Quién
pudiera aprender los largos versos
que
saben las oscuras golondrinas;
ellas
retornan al oír el canto
de
lo que fue un lejano Ave María.
Quién
dijera de pronto al recordarme:
delante
de una lámpara encendida
dejaba
en cada línea de papel
los
versos que las páginas perdían.
Solía
al ver crecidas su melena,
su
lágrima y su uña andar sombría.
Y
le han crecido por andarse triste
en
vez de cualquier cosa, margaritas.
Y
que se diga un dulce cuento al niño:
bajó
la muerte a ella cierto día
en
que la lluvia se volvió una gota
sobre
la rosa que perdió la vida.
¿QUÉ
HISTORIA CUENTA?
¿Qué historia cuenta, si el ciprés se arquea,
y
la higuera se rompe, el loco viento?
¿Si las puertas se cierran de repente,
es
que ha estallado su terrible genio?
Ya
sufrir pareciera cuando el lobo
aterra
con su aullido, desde lejos,
mientras
la tos despierta al moribundo,
y
ladra sin dejar dormir el perro.
Si
las campanas suenan espantando
del
viejo campanario a los murciélagos,
se
diría que él sale de un garito
donde
ha apostado el alma de los muertos.
En
ocre caracol arrinconado
a
nuestro oído sopla muy enfermo.
Como
él ninguno, de los libres dios,
y
espíritu, quien sabe, de los muertos.
POR
LAS ROSAS
Me
voy a maquillar para morir.
Por
la luna sabrán si estaba loca.
"Era
llena de lluvia", contará
quien
cambia los amores de mi alcoba.
Me
voy a maquillar para morir.
Por
la luna sabrán si estaba loca.
Jugando
a que me muero, muero.
Ay,
camalote que en el río flota.
Sabré
yo entonces quiénes me han amado,
no
por llorarme bajo lluvia en contra,
ni
por callar, o por decir de mí
por
estar muerta y buena, o tantas rosas.
Alumbrarán
mis noches los relámpagos.
La
cruz mayor proyectará mi sombra.
Un
río largo y limpio escribiré.
Mi
verso crecerá en las verdes hojas.
MIL
Se
llega a mil, señora, con la verja
que
cerca a su jardín, de doce metros.
Las
estrellas que el ojo no ha contado
nada
quitan ni añaden a estos versos.
Porque
casada cambia de maridos:
un
Dios te salve y nueve Padrenuestros.
A
tanta cifra agrego aquí los guiños
romances,
citas, y piropos cientos.
Es
siempre doce el número mejor.
Morenas
doce rosas, por ejemplo.
Un
paraguas abierto y una lluvia
no
dejan ver a una mujer de duelo.
El
resto es saldo de ochocientos perlas,
así
como cincuenta y dos dineros,
pañuelo
con que abulto mi corpiño.
A
mil llegué señora y firmo el verso.
La presente edición electrónica de Querido mío:,
de Delfina Acosta, realizada por Portal
de Poesía, ha sido depositada en la
Red a los catorce días andados
del mes de noviembre
del año
dos mil
cuatro
.